Wednesday, January 30, 2008

Rodolfo Morales: juegos y evocaciones



Ricardo Camarena

(La Opinión, 19 de junio de 1998)


Sereno como el trazo de sus pinturas, deslizando las frases en voz muy queda, el maestro oaxaqueño Rodolfo Morales (Ocotlán, 1925), recibe al entrevistador en la sala de exposiciones del Museo Latinoamericano de Arte en Long Beach. “No tiene que gritar para ser escuchado”, ha dicho de él otro gran pintor oaxaqueño, Rufino Tamayo.

Morales, de 72 años, de párpados cansados pero mano firme, expresa su trayectoria pictográfica ante cada uno de las 60 obras en técnica mixta que constituyen esta exposición, cuyo periodo abarca de 1950 a 1996, en la que se puede apreciar su obra más reciente. Es decir, desde trabajos académicos como la plaza Loreto y Ocotlán (1950), hasta el díptico Lo cotidiano es real (1996).

Esta retrospectiva de la obra de Morales tuvo su primera aparición en The Mexican Museum, en San Francisco, de septiembre de 1996 a febrero de este año.

El pintor explica con tenuidad algunas de sus obras, disculpando un tanto el hecho que reflejen “un periodo inicial más bien de búsqueda, de influencias”. Es el caso de Expresión y Rechazo, gouaches sobre papel, de 1967.

La distribución de las obras atestigua esta afirmación, pues al entrar al museo y efectuar el recorrido por la sala, de derecha a izquierda, se pueden apreciar los periodos e influjos de corrientes del arte contemporáneo que hicieron mella en el estilo de Morales.

El pintor y muralista mexicano explica además que actualmente trabaja una treintena de cuadros en forma simultánea; son los elementos de un todo que va insertando y diversificando en su obra.

“Precisamente -dice señalando un muro de collages- éstos son divertimentos, en los que combino materiales diversos y objetos que me parecieron representativos”.

A manera de ex votos eclesiásticos, los pequeños retablos de materiales mixtos producen una sonrisa; sus bordes latonados los acercan a la candidez de la artesanía, pero la simbología que proyecta la colocación de los heterogéneos materiales va asociado a lo que en voz de la escritora mexicana Rosario Castellanos podría llamarse “el eterno femenino”.

Los rostros de mujer -en particular los perfiles- se delinean en la obra pictórica de Morales: “No lo sé, ni lo analizaría, pero en toda mi obra la mujer aparece de frente, de perfil, en multitud, sola, en juegos, sin posar, ni en serie. Es una constante”.

El pintor oaxaqueño traza firme, con un uso del color perfectamente delimitado por los contrastes; los cuadros guardan aire de romería y de instantes privados en forma indistinta.

La mayoría de sus cuadros tiene elementos populares recurrentes: “Creo que los ornatos barrocos, como los del arte religioso, y el uso de mucho color, representan la pintura que estoy desarrollando, sobre todo el óleo. He usado los materiales mas elementales, el crayón infantil, la acuarela, pero es en el óleo donde hallo más consistencia”, explica.

Morales estudió pintura en la Academia de San Carlos –“no me gustó nadita; me limitaba”–, confiesa, “y desde entonces, tanto en mi casa de Ocotlán como en la ciudad de Oaxaca, desarrollo mis pinturas”.

“Al exponer mi obra en Cuernavaca, (México) me fue muy bien. Allí me ‘descubió’ el maestro Tamayo; los cuadros se vendieron y la crítica celebró la exposición”.

Fue el propio Rufino Tamayo quien en 1975, mediante una exposición, lo integró al circuito de galerías capitalinas en México.

“Pero infructuosamente”, recuerda Morales. “Al llegar al Distrito Federal mi arte mas corrió con la incomprensión y la indiferencia de otros artistas, galeristas, y público”.

Sin embargo, actualmente la obra de Morales ha recorrido galerías y museos de Europa y América.

La exposición Rodolfo Morales: Juegos y evocaciones, continúa abierta al público hasta el 24 de agosto de 1997. El Museum of Latin American Art está ubicado en el 628 Alamitos Avenue, en Long Beach. (562) 437-1689.

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