Saturday, February 16, 2008

Cuevas en el museo




El controvertido artista mexicano, por medio de anécdotas personales, evidenció la poca originalidad del arte latinoamericano contemporáneo






Ricardo Camarena

(La Opinión, 23 de noviembre de 1999)


Irreverente y con un sentido agudo de la crítica del arte contemporáneo –como en la década de los años 60, cuando decidió romper con el oficialismo impuesto al movimiento muralista mexicano– el pintor José Luis Cuevas participó el sábado a mediodía en el simposio internacional Contribución de Latinoamérica al Arte del Siglo 20, organizado por el Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach.

En este evento de dos días, Cuevas participó junto con el artista peruano Fernando de Szyszlo, el catedrático de la Universidad de Nueva York Edward Sullivan y varios directivos de museos y galerías.

Cuevas refirió en su participación que “de alguna manera, existe una serie de repeticiones dentro del arte contemporáneo que es posible identificar. Lo que es considerado ahora una búsqueda, ya se venía haciendo desde hace mucho tiempo atrás. Por ejemplo, lo realizado por los artistas latinoamericanos resulta una especie de repetición de recursos y técnicas”.

“Pero no es común en estos días encontrarnos con originalidad en las obras e instalaciones de arte conceptuales”, agregó quien ha sido influenciado artísticamente por los trabajos a lápiz de Francisco José de Goya y José Clemente Orozco.

Cuevas refirió entonces una anécdota personal sobre el particular: “Residía en San Francisco con mi esposa Bertha –estamos hablando de mediados de los años 60– y yo trabajaba en ese tiempo un proyecto pictórico que me habían solicitado. Vimos un gran gentío dentro de una galería”.

Prosiguió diciendo que “había una serie de objetos y cosas en exposición; pero en el sótano de ese lugar, hallamos de pronto un recuadro que parecía ser el que tenía más éxito, mayor número de espectadores. Todo mundo se esforzaba en asomarse. Bertha y yo nos acercamos, cuando pudimos hacerlo, y descubrimos que se trataba únicamente de una ventana que permitía ver, hacia la calle, el paso de la gente”.

El artista galardonado con el Premio Nacional de Bellas Artes en México en 1985, y en 1988 con la medalla de la Legión de Honor que otorga el gobierno francés expresó además que “a veces hay búsquedas personales en el arte que ya han sido hechas en otros tiempos. Por ejemplo, desde que tenía 24 años me propuse tomarme una fotografía diaria, para ver el paso del tiempo en mi persona”.

“La de hoy, por ejemplo, ya me la tomé. Es más, me tomaron muchas en este simposio, bromeó.

“En otra ocasión”, prosiguió su participación quien llegó a ser considerado el “niño terrible” y rebelde del arte en México, “expuse en un frasco mi semen flotando en una solución. Todos se asombraban de que no se secara con el tiempo, y me preguntaban cómo lo había logrado. Les dije que la cosa era muy sencilla; que realmente lo que había colocado en el frasco se trataba de un chorrito de pegamento blanco, llamado Resistol en México”.

Ante la carcajada general por la ocurrencia de Cuevas se evidenció el sentido de la ironía de su labor artística. Refirió otra anécdota similar: “En esos años declaré a los periodistas que me iría de México para siempre. Había tomado esa decisión y propuse llevar a cabo una exposición de tatuajes para mujeres”.

“Se trataba de que cualquier mujer que lo deseara, se tatuara con la parte de mi cuerpo que más quisiera”, explicó.

“Y como iba a dejar el país para siempre, así conservarían mi imagen estas mujeres en México. Entonces apareció una mujer francesa y me dijo, con su acento: ‘Yo vine también por mi tatuaje, cherie’. Y le repliqué que era imposible, que los tatuajes ‘eran exclusivamente para mujeres mexicanas’.

Con esto quise representar el absurdo regionalismo del arte nacionalista mexicano”, finalizó su anécdota.

A una pregunta de la estudiante Paula Ávalos, acerca de lo que el artista recomendaría a los jóvenes que se acercan a las artes plásticas en medio del actual avance tecnológico, Cuevas dijo en una larga respuesta: “Una de mis dos hijas, Ximena Cuevas, se dedica al video artístico; ha sido galardonada por su trabajo en varias ocasiones y actualmente está exhibiendo su trabajo en Nueva York. En una entrevista para una publicación estadounidense le preguntaban a Ximena cuál había sido su principal influencia, y respondió –por supuesto– que yo”.

“Es con ella con quien he tenido la experiencia de confrontar dos formas de trabajo artístico”, prosiguió, “y entonces noto que ella es muy acelerada, muy ansiosa por culminar su trabajo, como los jóvenes de ahora”, reconoció.

“Por ejemplo”, agregó Cuevas, “hace tiempo me solicitó algunas obras mías para procesarlas en la computadora, y resulta que yo trabajo con pausas, a lápiz y tinta. Recuerdo que ella, ante el aparato, me apremiaba a que las terminara porque ya las necesitaba. Yo le decía que mis dibujos los termino despacio, y que por eso aún no los concluía. Me replicó que no importaba, que así se los entregara; dijo que en la computadora los acabaría”.

El artista nacido en 1933 expresó también que “los jóvenes no deben desdeñar las nuevas tecnologías, pero no deben olvidar que en el arte todo es una expresión particular, algo que no otorga ningún programa de computación”.

Cuevas, honrado con un museo de arte en su nombre ubicado en el centro de la ciudad de México, se consideró al margen de las nuevas tecnologías que se emplean para hacer artes visuales.

Sus nuevas preocupaciones estéticas las expresó así: “El hecho de estar cerca de la computadora y todo eso, algo que las hijas mías dominan mucho, de todos modos no creo que logre hacer que yo pudiera expresarme a través de la máquina. Aunque a veces me sorprenden las cosas que hacen mis hijas. Creo que todo depende del talento; cuando lo hay se manifiesta en cualquier medio que se utilice. Hasta como dealer”, bromeó, mientras veía apresuradamente los cuadros de Frida Kahlo, Rufino Tamayo, Arnold Belkin, David Alfaro Siqueiros y Juan Soriano, exhibidos actualmente por el museo.

Expresó un comentario favorable sobre la obra del artista argentino Roberto Parodi, de pasada.

Y se fue a comer.


El Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach tiene proyectada una exposición individual del artista mexicano en la primavera del año 2000, dijo por otro lado una vocera de la institución.

Por cierto, Justine y el Marqués de Sade es una de las obras de Cuevas, que como reciente adquisición del museo, precede junto con otras la entrada a la exposición miscelánea de arte mexicano que actualmente se lleva a cabo en este espacio artístico de la avenida Alamitos: Voces visuales de México, exhibición que permanecerá abierta hasta el 6 de febrero del año 2000.