Friday, May 30, 2008

Arte que hace ‘performance’


Ricardo Camarena

(La Opinión, 8 de enero de 1998)

Una camioneta Nissan 83, previamente transformada en lowrider, que su creador concibió bajo el nombre Toy Alien en una exposición fronteriza sui generis llamada InSITE 97, es la pieza principal presentada en la 16 Track Gallery en Santa Monica, como parte de una muestra de obras de manufactura heterogénea del artista mexicano Rubén Ortiz Torres.

“No es un arte de galerías o museos, que son espacios condicionados; sino, como su nombre lo indica, llega a un lugar específico. Es un arte público, que hace performance, efímero en su instalación y kinético, a diferencia del arte público estático que siempre ha habido, el de la arquitectura y los murales”, declaró el artista nacido en la ciudad de México, hijo del músico Rubén Ortiz, exintegrante del grupo mexicano Los Folkloristas.

El artista, participante en innumerables exposiciones individuales y colectivas, es egresado de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y posee una maestría en artes del California Institute of the Arts.

Es además fotógrafo y cineasta; su primer largometraje es Frontierland, una suerte de big performance que fue exhibido en el reciente Festival de Cine Latino en Los Angeles. Además, colabora esporádicamente para la revista contracultural La pus moderna. Su obra ha sido reseñada por publicaciones internacionales especializadas en arte y de información general.

Su primera exposición se remonta a 1982 en la Galería Los Talleres, en el barrio capitalino de Coyoacán. Ha sido ganador de la Bienal de Pintura Mexicana en 1987 y por ese tiempo montó su propia galería”.

“Desde entonces un grupo de artistas plásticos teníamos la preocupación por incidir en la proyección del arte mexicano, pero a un nivel internacional. En México sucede que se cuenta con una muy fuerte escuela y un mercado de arte local; inclusive cuenta con su propia burocracia cultural, pero no opera en relación con lo que está sucediendo artísticamente en el exterior”, indica Ortiz.

“Por eso”, prosiguió, “algunos optamos por escapar de eso y otros decidimos entonces salir del país, en esa búsqueda. En mi caso, instalé mi estudio en Los Angeles, tras recibir una beca fullbright en CalArts”.

El creador, que alterna su estancia y su labor artística entre México y Los Angeles, declaró que decidió establecerse desde 1989 por acá, “pues considero que la relación de México con la modernidad no necesariamente se da en París o Nueva York, sino en la frontera. Y California es el sitio ideal para entender este conflicto cultural, socioeconómico y político”.

Por otro lado, Ortiz explicó la selección de obras para la exposición que ha montado y que abrió sus puertas el sábado:

“Diseñé un par de banners con base en la tradición que había en México de anunciar películas de mala factura en mantas por lo general pintadas a mano, previas a la serigrafía y al diseño en computadora”.

Ortiz comentó que es aficionado a coleccionar estas mantas, confeccionadas en acrílico plasmado con aerógrafo sobre tapaulina, un material sintético que en el borde tiene un fleco: “contienen ilustraciones más bien grotescas, algunas inclusive muy absurdas, con motivos sexuales exagerados, sobre todo de la cinematografía mexicana de los años 70, de los filmes llamados de ficheras.

Explicó que en México hay dos o tres pintores que hacen estos anuncios. Dijo que fue con uno de ellos “y así recreamos estas mantas con imágenes noticiosas, como las del caso Colosio, el ex presidente mexicano Salinas, los indocumentados; es decir, los aliens”.

Una de las obras muestra a un grupo de ellos escoltado por un motociclista. “Es un oficial de la Border Patrol, que porta sus goggles de mira infrarroja y su insignia, el cual parece un ente de ciencia ficción, y no como el supuesto protector ante los aliens que debiera ser. En todo caso, él semeja más ser el alien”, explicó Ortiz.

El leitmotiv en las acuarelas y banners de Ortiz lo constituyen los extraterrestres en su iconografía más convencional (y comercial): el E.T. de Steven Spielberg, y el ente de cabeza y ojos negros ovales que identifica comúnmente los congresos de ufología o las publicaciones sobre el tema.

Consciente de su aproximación al Pop Art, que se refleja en el empleo del comic y la imagen estereotipada, dijo que “son como una cosa muy juguetona, pues la representación de estos seres siempre resulta ser antropomórfica, con una sexualidad definida”.

Otra imagen que asoma a la composición de Ortiz es la de un “niño lobito”, tomada del reportaje de un semanario amarillista mexicano sobre el padecimiento físico de toda una familia, cuyos rostros están poblados de cabello.

“Son imágenes definitivamente obtenidas, por libre asociación, de un kiosko de revistas”, aclaró el artista de 34 años.

Ortiz reforzó con elocuencia su propuesta estética: curricularmente, señala que su obra ha estado vinculada a aspectos de la cultura “chilanga” y chicana. Es decir, que ha hallado una asociación entre los elementos de ambas culturas: “En particular yo no pienso hacer la distinción de estos elementos como de alta o baja cultura. Tienen un lenguaje, expresan algo, y mi labor es aprovechar este medio y meto estas imágenes”.

En opinión de Ortiz, “es sabido que la educación artística no es tan obligatoria en México como aquí. Sin embargo, para quienes hemos decidido vivir de este lado de la frontera es casi esquizofrénico enfrentar esta ‘doble vida cultural’. Y sin embargo vale la pena”.